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Por Juan Manuel Vera Visotsky y Ezequiel Maestú
Hace un buen tiempo que La Plata ha sabido erigirse como un lugar de resistencia por parte de los cultivadores cannábicos, que hoy con una herramienta legal como el Registro Programa Cannabis (REPROCANN), aprobada en marzo del 2021, cuentan con mayor libertad para administrar sus cultivos. Este programa, además de habilitar la tenencia de 9 plantas, permite el traslado de hasta 40 gramos de flores secas y goteros de aceite cannábico como parte de su propia medicina.
Sin embargo, la realidad sigue siendo de clandestinidad para muchos de ellos e incluso de encierro, tal como es el caso de Edith Bernstein, una odontóloga de Gonnet que fue detenida el pasado diciembre por cultivar cannabis medicinal para tratar una fibromialgia. Este trabajo, además, incluye capacitaciones y formación a las fuerzas de seguridad, pero esta parte aún no comenzó de manera oficial, sino que son los propios cultivadores quienes han ido informando a la policía y a la gendarmería sobre este permiso.
Una cosecha bien platense, del cultivador Nerclab. Crédito: Josefina Fonseca
Otro de los puntos altos que abren la posibilidad de impulsar el lado industrial del cultivo es la Ley de Cannabis Medicinal y Cáñamo industrial que fue aprobada por la Cámara de Diputados a nivel nacional este jueves 5 de mayo, con 155 votos a favor y 56 en contra. Tiene un correlato pendiente en la legislatura bonaerense.
Impulsada por el gobierno nacional el 20 de junio del 2021, la legislación prevé la creación de un ente regulador público, que oficiará como órgano rector y articulador de la cadena productiva del cannabis y tendrá a su cargo las múltiples instancias de regulación involucradas: la Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal (Ariccame).
Por un lado esta legislación busca facilitar el cultivo a aquellas familias que necesitan su medicina; mientras que, por el otro, se establece la posibilidad de instalar una industria cannábica en el país, que según estiman los propios diputados, podría generar 500 millones de dólares al año en el mercado interno y 50 millones de dólares de exportaciones anuales.
En la ciudad de La Plata confluyen varias aristas indispensables para el desarrollo de esta industria. Una gran cantidad de autocultivadores que han profesionalizado su técnica durante el último año y una ventaja territorial: el clima.
La ciencia, por su parte, viene realizando aportes desde que se promulgó la ley 27.350 de 2017, la cual estableció un marco regulatorio para la investigación médica y científica del uso medicinal, terapéutico y/o paliativo del dolor de la planta de cannabis y sus derivados.
Las primeras hojas amarillas empiezan a caer en La Plata y con ellas aparecen las nubes grises que tiñen las diagonales cada mañana. Ahora, lo que nubla la cámara del celular que tiene justo frente a él es el humo de un faso que acaba de mechar. Inhala una bocanada que le rebalsa los pulmones y exhala un olor a sahumerio muy particular. Julian Lemus Muller es reconocido en la ciudad por otro nombre, uno que se supo ganar tras más de una década de lucha por los derechos de los cannabicultores: el Detective Cannábico.
Con una remera de un cogollo azul que anda en moto y dice Dosired- una genética proclamada por su autoría de las cruzas conocidas Red mandarine y Dosidos- se sienta y se refriega los ojos. Por un segundo se detiene a pensar en todo lo que sucede a su alrededor: lo que hasta hace unos años era solamente una utopía y se veía por internet en países como Holanda, España o los Estados Unidos hoy lo acaricia con sus propias manos.
Cuando a los 16 años probó por primera vez el cannabis, el manto invisible del tabú estaba mucho más presente que hoy y quienes cultivaban en la ciudad lo hacían evitando todo tipo de exposición para no correr el riesgo de ser allanados o detenidos. Imperaba la clandestinidad que hoy en día no termina de morir.
Corría el año 2006 y el país venía de una de las crisis más grandes de la historia, no había tiempo para pensar en los usuarios medicinales y tampoco era algo que estuviera en la agenda. Los prejuicios eran imperantes y faltaban todavía seis años para la legalización en Uruguay, que abrió el debate sobre el posible rol del Estado en este entramado.
Ese no era el pensamiento de los activistas de la -no tan- vieja escuela que desde la resistencia en la ciudad, cultivaron derechos que hoy les permiten ver cómo a 16 años de aquella primera pitada, Julián puede tener una experiencia cannábica mucho más libre.
“Sin dudas ha cambiado muchísimo el escenario en estos últimos años. Soy de una generación de cultivadores que vivió la transición de ser perseguidos pero también conocí gente mayor que fue más perseguida todavía. Hoy en día los más chicos la viven desde otra perspectiva porque pueden fumar porro con su familia”, explica el cultivador de 31 años.
Dos años después de esa primera experiencia y sin ser un experto en la temática, el por aquel entonces flaco rubio jugador de fútbol en el Club Atlético Liniers -mismo lugar donde salió el actual delantero de la selección Lautaro Martínez- armó su primer set de cultivo y formó parte de un evento que lo unió para siempre a la militancia activa por el cannabis libre en el país: las marchas mundiales por la legalización.
Tres años después, Julián Lemus Muller decidió ponerle fin a su corta carrera como jugador y a sus 21 se embarcó como capitán de su propio emprendimiento: La Colina Grow Shop, posicionada entre los más importantes de la realidad platense actual.
Si bien hoy en día es normal que cada pueblo del país tenga su propia tienda de cultivo y que en las grandes ciudades, como por ejemplo La Plata, haya más de una por barrio, hace una década los y las cultivadoras no tenían otra opción que confiar en los productos que encontraban en los viveros y poco había escrito sobre métodos de cultivo y fertilización.
Con la llegada de los Grow Shops primero y los activistas y cultivadores que circulan en las redes sociales después, la situación cambió. “Con la apertura de growshops la gente se ha informado en el cultivo y la industria nacional se ha levantado. La información circula libremente en el mundo y se convierte en una herramienta de todos aquellos que quieran tener buenos cultivos”, dice el Detective.
Desde aquellos jóvenes estudiantes que sacrifican los placares para poner un par de focos y una semilla en un vaso de birra recolectado de la calle hasta aquellas mujeres con años de jardinería hogareña que le agarran el gustito a la planta de cannabis. Todos parecen animarse a cultivar, a conocer la planta y cosechar las primeras flores con el orgullo de saber que es su propia producción.
“Hoy por hoy Argentina tiene un nivel de cannabis que no tienen los grandes clubes de Europa”, cuenta el cultivador que fue parte de la última Spannabis, considerada como la feria cannábica más importante de Europa. “El cannabis de España no me pareció de buena calidad comparado con lo que estoy acostumbrado a fumar en mi casa y me hubiera gustado que haya un tratado internacional que me permita trasladar mi propia medicina a otro país”, asegura el hombre. Europa nunca estuvo tan cerca como hoy, y eso se debe, para el Detective, no solo a un estancamiento de sus leyes, sino también a la batería de políticas públicas que sehan impulsado desde el Estado argentino.
La llegada del Registro del Programa Cannabis (REPROCANN) y con él la posibilidad de tener cultivos habilitados y trasladar en el transporte público hasta 40 gramos de flores secas puso, para el cultivador, al país en un lugar de vanguardia: “Se ha propuesto una ley muy completa que realmente va a levantar la economía del país y le va a permitir tener laburo a un montón de gente, además de permitirle a la Argentina conquistar una posición social que nunca tuvimos en el mundo”. Según fuentes oficiales, alrededor de 40 mil personas en todo el país se inscribieron en REPROCANN. Lo reciente de la creación de este registro, sumado a cuestiones técnicas propias de lo estatal que quedan por limar hacen que, de momento, no haya forma de saber cuántas de estas personas son de La Plata. Sí se puede inferir que varios de los 127 mil seguidores que tiene el Detective Cannábico en Instagram, viven en esta ciudad igual que él.
Tal es esta situación, que el pasado 27 de agosto de 2021 Julián viajó por primera vez en avión y transportó una bolsa con su medicina. Aquel hecho lo catalogó como “histórico” y le dedicó un posteo en sus redes sociales que se viralizó en el mundo. Hoy, a un año de la aparición de este registro, los argentinos y argentinas que conforman la comunidad cannabica naturalizan la situación. Los que ahora no lo pueden creer son los españoles. “Cuando estuve allá se agarraban la cabeza cuando les mostré la foto. Me decían ‘Hostia, tío, que atrasados que estamos’, cuando lo común generalmente era que sucediera al revés”.
Hoy por hoy su sueño tiene el mismo rumbo, pero otro norte. Su misión ya la superó con creces. Mira para abajo, hace una pausa. Piensa. “Si llegamos a vivir este sueño…”, dice, pero no puede seguir. No sabe seguir. Son tantas las oportunidades que le deparan a la industria nacional que los ojos del Detective brillan esperanzados.
De pibe de barrio a impulsor de uno de los growshops más reconocidos de la ciudad, que actualmente tiene dos sedes, una en 58 N° 765 entre 10 y 11 y la otra en 46 entre las calles 8 y 9. Cultivador y experimentador de cepas, no le alcanza con conocer la calidad de sus flores, sino también busca instaurar su propio banco de semillas. Julian Lemus Muller pudo levantar la copa más preciada: la cannábica.
Si uno sale algunos kilómetros dal radio del centro platense, el horizonte confluye en un perfecto balance de verdes, amarillos y marrones donde todo nace, crece y muere para descomponerse y volver a nutrir. Esa es la fórmula bajo la que trabaja un importante núcleo de huertas agroecológicas que abastecen al cordón frutihortícola más grande del país, donde una gran cantidad de cultivadores cannabicos han incorporado a sus prácticas de cultivo.
Allí, parado bajo la sombra de un árbol, con la clásica bombacha de gaucho algo desgastada por el roce y las tan características botas altas marrones, Pablo Garabano (apodado el “Cordobés”) trabaja sin descanso en los terrenos de “Vuelta a la Tierra”, un campo ubicado en Villa Sicardi donde se producen alimentos agroecológicos. De cordobés ya no le queda ni la tonada, vaya uno a saber hace cuantos años no pisa las sierras.
“Conecté con las plantas por primera vez gracias al cannabis, porque una vez de chico sembré una semilla y empecé a conocer el proceso”, dice Pablo Garabano. Sin embargo, esa curiosidad en una primera instancia por el cannabis lo llevó a conocer otro camino: “Ese proceso y los caminos que elegí hicieron que esa experiencia se intensifique y me dedique de lleno a la agricultura”.
Es desde allí, casi una década después, que el cannabis volvió a aparecer en su vida y fue al llegar a vivir a la ciudad de las diagonales. Aunque esta vez desde un lugar totalmente distinto. “He tenido un montón de experiencias relacionadas a la agricultura en general, pero al cannabis estoy volviendo a conectar ahora y desde otro lugar”.
Si alguna vez alguien imaginó a un campesino con un trigo en la boca, al cordobés hay que imaginarlo igual, pero con un faso prendido y un mate. Su trabajo, además de cultivar, es hacer sus propios insumos y comercializarlos bajo la marca de Abono Caos. Si bien sus productos están destinados a satisfacer las necesidades del campo donde trabaja, una demanda de los cultivos regenerativos urbanos de cannabis lo ha puesto en sintonía nuevamente con la planta.
“El cultivo de cannabis en sí está dentro de las prácticas agrícolas, solo que al tratarse de un cultivo prohibido por tanto tiempo ha hecho que los insumos que se popularicen son los que están más pensados para el cultivo indoor o en macetas pequeñas”, explica el cordobés.
Incluso, durante los últimos años, pero sobre todo en el cultivo post pandemia donde el encierro obligó a los usuarios a proveerse de su propio porro, se han asociado estas prácticas agrícolas con un movimiento medioambiental que exige repensar las prácticas de fertilización desde un foco sustentable con los suelos. Eso ha llevado a que cultivos regenerativos, donde no se remueve el suelo y se busca mantener intacta la vida del sustrato dentro de la maceta, utilizando procesos naturales, incorporen ciertos conceptos agrícolas utilizados en el país, muchos de los cuales tienen origen en la Agricultura Natural Koreana (KNF o Korean Natural Farming).
De la agricultura orgánica y natural se empiezan a tomar recursos que se han desarrollado específicamente para el cultivo de cannabis que, además, lo ha logrado expandir por medio de la investigación académica y de los famosos nerds del cultivo, a las necesidades específicas de la planta.
“Me encontré con que había un montón de gente necesitada de productos artesanales y distintos a lo que se encuentra generalmente en viveros o grow shops, que son bastante convencionales y no están desarrollados de una forma agroecológica”, sintetiza.
Allí, donde por horas y horas no se escucha más que el cantar de los pájaros y no se huele más que campo, el cordobés descansa bajo un techo de palos que él mismo armó. Desde allí contempla una inmensa cantidad de terreno virgen libre para cultivar y se imagina una incipiente industria nacional en la región.
“La Plata está edificada en un territorio que tiene un clima y un suelo muy propenso para la agricultura en general. La ciudad cuenta con una potencia territorial que sólo depende de que se destrabe lo legal para su explosión”, asegura el especialista. La ley que sancionó Diputados el jueves pasado puede ser un puntapié inicial para esto. Resta esperar qué sucederá con algunas aristas necesarias para el cultivo que deberán ser reguladas, como por ejemplo la producción de semillas.
En el imaginario, un laboratorio es sinónimo de ciencia, innovación y creatividad con mesas largas repletas de tubos de ensayo, probetas y microscopios; pero en el primer piso del Centro de Investigaciones en Medio ambiente (CIM) de la UNLP, además, hay olor a porro.
Allí, los experimentos se hacen en una habitación con 60 plantas de cannabis que crecen bajo la luz de LEDs de alta potencia fabricados especialmente para la horticultura, y dos ventiladores de piso que agitan y fortalecen sus tallos. Las herramientas son otras. También el campo de estudio. Pero los métodos son los mismos.
Este método que utiliza cualquier persona que practique el autocultivo en interior está siendo aplicado para estudios científicos en la Universidad Nacional de La Plata.
Respetar las condiciones de temperatura y humedad, conocer las reacciones químicas de cada genética y experimentar en el empleo de cada variedad para la fabricación de aceites pensados específicamente para diversas patologías son lo que permiten a la academia platense impulsar el desarrollo industrial del cannabis medicinal en el país.
En esas cuatro paredes blancas que permiten reflejar mejor la luz, trabaja el profesor Darío Andrinolo, director del CIM y colaborador con diversas ONGs de la región. Alto, de barba corta y ambo, el investigador acaricia las chalas en cuestión mientras recibe a 0221 en su lugar de trabajo.
Allí obtuvo el logro más importante en su carrera científica: haber registrado en el Instituto Nacional de Semillas (INASE) la primera semilla de cannabis desarrollada íntegramente en un laboratorio argentino, en este caso, platense. “CAT3 es un reconocimiento al profe Losa y a todos los cultivadores que andan dando vueltas por la Argentina y por La Plata”, dice.
Esta variedad de plantas se llama Quinto Elemento, que es también el nombre que lleva el canal de Youtube del profesor Daniel Losa, (también conocido como “el profesor Botánico”) emblemático cannabicultor platense fallecido en 2018. "Cuando se inscribe una semilla en INASE, es condición necesaria presentar una mejoría. CAT 3 es una mejoría dentro de la variedad 'Quinto elemento'; y es la que inscribimos", explica Andrinolo.
Mientras conversa en la oficina contigua al laboratorio, Darío mira hacia arriba e imagina al profe Losa jugando, experimentando con sus plantas. En ciencia, explica el doctor en Ciencias Médicas, uno juega con ideas, pensamientos y proyecciones, sin que eso lo haga menos serio.
“Imagino que Losa jugaba sin un método científico con unas semillas que, según entiendo, le llegaron desde el norte de la Patagonia. Y así llegó a una variedad que hoy sabemos que tiene un nivel interesante y sin precedente de cannabinoides y CBD, lo cual la diferencia de otras especies”, dice con un dejo de orgullo en su voz y una sonrisa en el rostro. “Y todo eso hace 15 años, cuando no se sabía todo lo que se sabe hoy”, agrega.
Para el uso industrial que prevé la ley sancionada el jueves pasado, CAT3 podrá utilizarse sin inconvenientes de propiedad intelectual. Es que, para el investigador, no deberían existir patentes sobre organismos vivos. Entre la comunidad cannábica se acostumbra a compartir las flores de las cosechas. ¿Se te acabó tu cosecha? ¿No es temporada de flores y te quedaste sin? No importa. Siempre va a haber un cannabicultor colega que te “saque la cara”.
Para el investigador, aquellos que siempre fueron vistos despectivamente como 'los fumones que no saben qué hacer con su vida', hoy son “la masa crítica que sustenta la pujante industria del cannabis argentino”. En una de las paredes al lado del cultivo experimental, cuelga una bandera roja con siluetas negras de cogollos que dibujan la forma de un unicornio.
Cierto día la odontóloga platense Mariana Ríos dejó de trabajar la medicina tradicional para meterse de lleno en los tratamientos cannábicos desde que rige la legalidad. Madre de un paciente cannábico, ha logrado unificar su profesión con la medicina que su familia necesita.
De piel tirante y una sonrisa de dientes blancos y prolijos propia de una dentista, la mujer atiende entre 30 y 40 pacientes por semana y unos 1200 en la ciudad durante el último año.
“Durante el último tiempo se impulsó el consumo de los adultos mayores que antes querían consumir cannabis y no lo hacían por el prejuicio. La verdad es que las respuestas, después de un año de su implementación, son 100% positivas. Vengo viendo excelentes resultados”, severa con una sonrisa de alivio en su rostro.
Hoy por hoy, a tan sólo doce meses de la implementación del REPROCANN, una ola masiva de nuevos cultivadores aparecieron en la escena platense y aunque la médica contó que en un principio se les morían las plantas, con el paso del tiempo fueron encontrando ayuda de ONG y jóvenes cultivadores que les brindaron nuevos conocimientos para mejorar sus cultivos. Y, por lo tanto, mejorar la eficacia de su medicina.
De todo esto han tomado nota en los edificios de la Universidad de La Plata. Allí, la institución es mucho más que un lugar donde confluyen miles de estudiantes con ambo y una caja de herramientas llena de insumos odontológicos. Allí también funciona el Hospital Odontológico de Alta Complejidad perteneciente a la propia universidad.
Allí ya no buscan tanto trabajar la calidad de los terpenos, ni lo compacto de las flores como hace Andrinolo. “Estamos atendiendo a los pacientes con cannabis y realizando una serie de capacitaciones para los 8 odontólogos que trabajan en ese hospital”, asegura la médica.
Su lucha, como la de tantos otros profesionales, va por el lado de la información para lograr expandir los conocimientos actuales sobre la utilización y consumo de la planta. “Los odontólogos, pero también otros profesionales de la medicina, salen de la facultad con la carencia de lo que es el sistema endocannabinoide. Y para mi no podés formarte en fisiología sabiendo que existe el sistema endócrino y no saber que existe el sistema endocannabinoide”, explica.
Esta experiencia, única en el país, si bien no se encuentra dentro de la currícula formal de la facultad, es un precedente para empezar a tomar la terapia cannabica como una opción que "vaya más allá de las definiciones morales de cara profesional".
El trabajo de investigación que encabeza Dario Andrinolo en la Universidad comenzó en 2017, con un proyecto de extensión universitaria en la Facultad de Exactas: fue la puerta de entrada del cannabis en las universidades, durante el decanato de Graciela de Antoni.
El proyecto, pionero entre las Universidades de todo el país, consistía en recibir aceites hechos por cannabicultores locales. Así, decenas de autocultivadores locales pertenecientes a ONGs y agrupaciones de militancia cannábica se acercaron a la Facultad de Exactas con sus frasquitos y botellas de aceite hecho en sus propias casas. De ese modo, la raíz de la investigación platense sobre cannabis medicinal tuvo una fuerte raigambre en la comunidad que desde hace ya varios años viene practicando lo que hoy se hace en los laboratorios universitarios.
En el CIM, hoy se investigan desde nuevas formas de hacer aceites que contengan mayor cantidad de terpeno hasta la búsqueda de marcadores genéticos y de entidad de las plantas. Hay también dos proyectos de plantación con horizonte de producción industrial: uno en la localidad de San Vicente, provincia de Buenos Aires, donde se están haciendo fitomejoramientos para el requerimiento del uso intensivo industrial; y otro en La Rioja, donde hay varias hectáreas reservadas para el uso en esa provincia.
Entre los investigadores que Darío destaca como pioneros en la investigación de usos y derivados de cannabis en la UNLP, se encuentran Mariela y Marcelo Morantes. Este último es médico y director del primer posgrado en Prescripción e Investigación de Cannabis Medicinal; además de Coordinador del Programa Nacional de los usos medicinales del Cannabis e integrante del Instituto Alexander Luria, cuyo director es el médico psiquiatra e investigador platense, Diego Sarasola.
Cuando en marzo de 2017 se sancionó la ley 27.350, reglamentada en septiembre del mismo año, Diego Sarasola apenas tenía conocimientos sobre la planta en cuestión. Dotado con más prejuicios que certezas sobre las propiedades de la misma para uso médico, se aventuró en la formación y cinco años después puede decir que cambió su postura. “Para hacer ciencia hay que despojarse de prejuicios”, es el lema que repite en cada conferencia y charla en la que diserta sobre el tema. La última que dio se puede ver en el canal de Youtube de la Fundación del club Estudiantes de La Plata.
Con dicha legislación, el hoy especialista fue convocado para presidir el Programa Nacional para el Estudio y la Investigación del uso terapéutico de cannabis y sus derivados, perteneciente al Ministerio de Salud. “Trabajaba en investigación con el doctor Morantes, pionero en esta área en el país. Y entonces lo invité a formar parte del primer equipo que iba a coordinar este proyecto de cannabis”, relata a 0221 el médico de pelo oscuro corto y barba tupida desde su consultorio del Instituto que dirige en el barrio Meridiano V.
Durante dos años dirigió este proyecto que, según relata, tuvo “presiones políticas de ambos lados”. Por un lado, llegó a recibir llamados de importantes funcionarios nacionales que lo acusaban de narcotraficante; mientras que del otro, desde la propia comunidad cannabicultora, pedía que se “liberalice” completamente su uso, algo con lo que él está en desacuerdo. “Hace falta más difusión general sobre la visión médica con respecto a esto. Pero sobre todo hacer énfasis en la evidencia científica más dura”, reitera el médico y divulgador científico sobre temas de salud mental en general, y uso y propiedades de cannabis medicinal en particular.
Pese a las dificultades, el médico psiquiatra enumera varios logros que considera positivos de esa primera experiencia de investigación cannábica en el Estado: “Se vencieron prejuicios importantes en la comunidad médica; se hizo el primer ensayo clínico en el hospital Garraham; se dio impulso a cursos y capacitaciones para médicos (que en gran mayoría no conocíamos sobre este tema) y se empezó con los primeros proyectos de cultivo a nivel estatal para investigación de CONICET en conjunto con el INTA y las universidades", afirma Sarasola, que advierte que su opinión es un poco más cauta que la de las voces imperantes a favor del cannabis.
A principios de 2020 se le pidió que diera un paso al costado y desde entonces continúa con su labor investigativa desde el Instituto Luria, donde tiene su consultorio con una larga biblioteca cubierta de libros, reconocimientos y participaciones en Congresos de todo el país.
Respecto al uso de derivados de la planta para pacientes psiquiátricos, Sarasola explica que hay cierto grado de evidencia fuerte en personas con trastorno del espectro autista con conductas disruptivas tendientes a la agresividad (conocido técnicamente como TEA). Se ven también efectos en algunos trastornos del sueño vinculados a enfermedades neurológicas y hay trabajos de investigación sobre su utilidad como supuesto antipsicótico, pero siempre agregado a otro esquema de tratamiento. Por el contrario, no es recomendable para casos como trastornos de ansiedad o depresión.
Por otro lado, pacientes con esquizofrenia han presentado mejoras con el uso de algunos derivados. Dicho todo esto, el médico aclara que, si bien él mismo ha tenido pacientes que afirmaron que el cannabis les ayudó para tratar ciertas patologías, hasta el momento nunca recetó derivados de la planta como prescripción médica. "Acá hay que distinguir dos cosas: por un lado la evidencia científica existente; y por otro lado, si es de primera indicación o no. Esto último no tiene que ver con la experiencia que pueda venir de un paciente que haya usado cannabis y le haya hecho bien", subraya.
La realidad cannábica platense comprende la conjunción de un suelo privilegiado para el cultivo articulado con el cordón frutihortícola más grande del país. Y un gran núcleo de activistas que vienen trabajando desde hace más de 50 años, que pueden motorizar el crecimiento del cultivo de cannabis en condiciones casi perfectas.
A todo esto se suma la Universidad Nacional de La Plata, que ha demostrado aggionarse a los trabajos con las plantas medicinales, no sólo de la comunidad académica, sino también de miles de usuarios cannábicos en la ciudad que necesitan que los investigadores encuentren qué cepas aplican mejor para determinadas patologías.
Ya el propio Andrinolo lo había anunciado en su momento: la ciudad se está perdiendo una oportunidad única de combinar todos los sujetos que conviven en el mismo ecosistema para crear un producto de primer nivel.
En esa línea, pero ya no desde la ciencia sino desde el llano, el Detective Cannabico resalta un dato no menor: “Muchos cultivadores se fueron a otros países a trabajar, otros muchos nos quedamos años esperando esta oportunidad y una vez que llegó no nos queremos ir a trabajar a ningún otro lugar. El mejor lugar para trabajar es Argentina”, dice convencido. Y los datos de la realidad le están dando la razón, en un producto que crece con altas perspectivas para el futuro.
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