España

2022-05-20 17:39:00 By : Ms. Grace Cheng

© Ilustración de Patricia Doria

Para ponerse en el mapa, la plataforma de compraventa de criptodivisas contrató a Matt Damon y se hizo con los derechos de denominación del pabellón de Los Ángeles Lakers. Pero, en poco más de un mes, el valor del mercado de criptomonedas ha caído en un billón de euros. A pesar del batacazo, Kris Marszalek, el CEO de la compañía, está seguro de que pronto se restablecerá la confianza.

Como casi todo el mundo, la primera vez que oí hablar de Crypto.com, una plataforma de compraventa de criptomonedas, fue cuando vi a Matt Damon en un anuncio de televisión llamándome cobarde. Llevaba más de diez años leyendo sobre criptomonedas, pero sin invertir en ellas. Más allá del blanqueo de dinero, no terminaba de entender muy bien para qué servían. Sin embargo, cuando ví a Damon, comprendí que la percepción social que se tiene de esta tecnología había alcanzado una nueva fase y me entró el miedo a quedarme atrás. El anuncio forma parte de una campaña de márketing más amplia que tiene su punto de mira en los deportes. La cabeza de león que funciona como logo de la empresa adorna las pistas de hielo de la Liga Nacional de Hockey (NHL), el cuadrilátero octogonal del Ultimate Fighting Championship (UFC) y las camisetas de los Philadelphia 76ers, un equipo de la NBA. El pasado noviembre, Crypto.com adquirió los derechos de denominación del pabellón de Los Ángeles Lakers por más de 650 millones de euros. En la Super Bowl de este año, Crypto.com emitió un anuncio protagonizado por LeBron James. Y en marzo anunció que sería patrocinador de la Copa del Mundo de Fútbol.

Mientras el valor de las criptodivisas aumentaba, la estrategia era indudablemente brillante, aunque también un poco repelente. Pero hace unos días sobrevino un crack y Matt Damon se convirtió en tendencia en Twitter. Los expertos decían que quien hubiera adquirido Bitcoin el día que se emitió el anuncio de Matt Damon, había perdido la mitad de su dinero. “Cada minuto aparece un Bourne que no se entera de nada”, dijo uno de los usuarios de la red social.

Tras la polémica, merece la pena examinar qué es Crypto.com exactamente y a qué aspira. En su encarnación actual, la plataforma obtiene la mayor parte de sus beneficios realizando operaciones para sus clientes a través de una aplicación para móvil (buscan a pequeños inversores, y varias personas a las que he consultado la comparan con la aplicación de inversiones Robinhood). Cobrar comisiones por realizar transacciones de criptodivisas es un negocio muy rentable. Las plataformas de intercambio —o exchanges— rivales, como FTX y Coinbase, se pelean por los mismos clientes, lo que ha desatado una carrera en el mercado. FTX posee los derechos de denominación de pabellón de los Miami Heat, y Coinbase —que salió a bolsa el año pasado y confirmó un margen de beneficios superior al de Google— es la plataforma de criptomonedas socia exclusiva de la NBA. Si los Philadelphia 76ers viajaran a Miami para jugar un partido retransmitido por televisión a escala nacional, se verían las tres marcas simultáneamente.

Asumí que Crypto.com estaría desembolsando muchísimo dinero cada vez que se viera. Y no me confundía, pero, para mi sorpresa, Crypto.com no suele ser el mejor postor en los acuerdos de patrocinio.

“Poder firmar cheques es un buen punto de partida para iniciar muchas conversaciones”, me dijo recientemente Kris Marszalek, el CEO de Crypto.com, a través de Zoom, “pero para los asuntos importantes de verdad, los que tienen un impacto real, nunca es suficiente”. Marszalek, un emprendedor empedernido nacido en Polonia hace 42 años y residente en Hong Kong, habla con un tono monótono y viste con un estilo corporativo neutro, alternando trajes con sudaderas de capucha y cremallera de marca. Su rasgo más distintivo es su amplia frente, enmarcada por arriba por una calvicie incipiente y por abajo por unas gafas sin montura. En el mundo cripto, que habitan por lo general hombres jóvenes y solteros, se le considera un tipo normal. Está casado, tiene un hijo y unos orígenes con los que muchos se pueden identificar. Visto el alcance de la campaña publicitaria de Marszalek y la repentina eclosión de Crypto.com como uno de los exchanges más importantes del mercado, me esperaba a un encantador de serpientes. En su lugar, me encuentro con el tipo que te mandan para arreglarte la impresora.

Hablé con Marszalek en varias ocasiones a lo largo de febrero, marzo y abril para escribir este artículo. La semana pasada, después del crack, volví a hablar con él por Zoom para preguntarle por su visión de los acontecimientos. Marszalek pidiendo a sus clientes que no se dejen cegar por el batacazo. “Recordaría a todo el mundo que, después de la caída de esta semana, la gente que compró el top absoluto en 2017 en lo alto del ciclo, va a aumentar sus ganancias en más de un 50%”, me dijo. “Así de cínicos son los mercados”.

Pienses lo que pienses de Crypto.com, hay que reconocerle el mérito a Marszalek por una cosa: al tipo le corre hielo por las venas. Su reacción ante el desplome de las criptomonedas estaba tan desprovista de emoción, que pensé en pasarle el test de empatía Voight-Kampff. Marszalek atribuyó su resiliencia a su experiencia con el crack de 2018, cuando el Bitcoin perdió el 78% de su valor. “Si comparamos la narrativa y el tipo de cobertura que se está llevando a cabo ahora como industria con respecto a 2018, está claro que se ha hecho un gran avance”, me dijo. Me di cuenta de que muchos de sus clientes estaban frustrados y desmoralizados. “Buena parte de los usuarios que entraron en el mercado se van a mantener al margen durante un tiempo y van a ser menos activos”, dijo. “Pero también he visto cómo se reactiva la gente cuando llega un ciclo alcista, algo que, inevitablemente, sucederá”.

El exchange que se alce como el más usado del mundo ejercerá un control sin precedentes sobre las criptomonedas emergentes. Por eso, estas plataformas se están jugando el pellejo para atraer a más clientes, en muchos casos ofreciendo cuentas con una rentabilidad muy alta que se abona en criptomonedas. A las cuentas con un buen nivel de capitalización, Crypto.com las recompensa con tipos de interés anual que pueden alcanzar el 14,5%, y hasta un 10% anual para las criptomonedas estables —o stablecoin— vinculadas al dólar. Esta estrategia es una apisonadora para las cuentas de ahorro, que básicamente no pagan ni un euro, pero también suscita una pregunta: ¿cuántos riesgos podrían estar asumiendo estas plataformas? Me vino a la mente una cita del escritor financiero Raymond DeVoe Jr.: “Se ha perdido más dinero buscando un buen rendimiento que a punta de pistola”.

Esta tendencia tan temeraria ha sido el detonante de la actual crisis del sector. A finales del año pasado, la criptomoneda Luna se convirtió en una de las más valiosas del mercado, impulsada por su relación con otra criptomoneda creada por la misma empresa llamada Terra, que los inversores podían prestar por un rendimiento de intereses de casi el 20%. Pero la relación entre Terra y Luna se desmoronó en mayo, Luna se hundió y su precio bajó en un 99,9%. Después del trastazo, en lo alto de subreddit Terra/Luna, apareció el número de atención contra el suicidio de Estados Unidos.

Cuando las criptodivisas pierden valor, como ha sucedido con la mayoría últimamente, la gente pierde interés en ellas, lo que reduce los beneficios de los exchanges y los presupuestos de márketing. Marszalek me dijo que, incluso cuando las cosas iban bien, ya se estaba preparado para un posible mercado bajista. “Vivimos el invierno cripto de 2018 y 2019”, me dijo. “Mantuvimos la cabeza gacha y seguimos trabajando para construir un producto fuerte. Ésa es una de las razones por las que crecimos tan rápidamente en 2021”. Marszalek quiere que Crypto.com trascienda el mero exchange y se convierta en un “ecosistema”. Como estrategia inicial de márketing, lanzaron tarjetas de débito de prepago asociadas a criptomonedas que aún distribuyen. Gestionan su propia criptodivisa, llamada Cronos. Invitan a los usuarios de la plataforma a que “inviertan” en ella a cambio de varias recompensas. A Marszalek le gusta la flexibilidad y el pasado marzo introdujo un marketplace de NFTs. “Ahora mismo, el 90% de los ingresos en esta industria provienen del mercado de criptomonedas”, dice. “Si dentro de tres años las cosas siguen igual, significará que la industrial habrá fracasado estrepitosamente”.

Aquí es donde debería confesar que, en mi fuero interno, quiero que Marszalek lo consiga. Soy fan de la tecnología, especialmente de la que procede de enormes y malvadas corporaciones. El día que se lanzó el iPhone original, fui una de aquellas personas que hizo cola en las tiendas de Apple para comprarlo. Llevo 17 años suscrito a Amazon Prime. Me gusta Instagram. Me gusta Uber. Al final de mis días, me gustaría que Elon Musk descargue mi cerebro en la nube. Con todo esto quiero decir que no me parece mal que un emprendedor detestable amase una fortuna de decenas de miles de millones de euros vendiendo una tecnología ridícula. ¿Por qué? Porque soy bastante vago y, como buen estadounidense, quiero que todas esas grandes corporaciones satisfagan todos mis caprichos.

Mi problema con las criptomonedas era precisamente que no satisfacían nada. Eran difíciles de entender y más difíciles aún de usar. Cuando comencé a escribir este artículo, me acordé de que tenía algunos ethers en una cuenta de Decentraland, un intento algo chusco de crear un “metaverso distribuido” que hace que Second Life parezca Matrix. Para poder usar mi monedero, tuve que rebuscar en una caja que tenía en mi armario una libreta donde había escrito mi contraseña de 12 palabras, la única manera de recuperar mi cuenta. Cuando la encontré y, tras tres intentos fallidos, logré entrar, transferí los ether que tenía por valor de 40€ a Crypto.com. La transferencia tardó una hora en completarse y me costó ocho dólares.

Estaba indignado. Me arrepentí de haber encontrado la clave y de pagar a la red Ethereum un 20% de comisión por la transacción. Pero una vez llegó el dinero a la aplicación de Marszalek, iba todo como la seda. Intercambiar criptomonedas con mi teléfono fue coser y cantar y, además, divertido; de algún modo, ya me habían condicionado para que lo entendiera. Sabía que me estaban friendo a comisiones, y pensé que cualquier empresa que ofreciera un tipo de interés de dos dígitos tendría que estar asumiendo un tipo de riesgo que podía estallar en cualquier momento. Pero desde el momento en el que vi la cara de Matt Damon en la pantalla de mi televisor, también sabía que me iba a costar más trabajo justificar mi escepticismo hacia las criptomonedas que rendirme a sus pies. Así que eso es lo que hice. Kris Marszalek había creado una plataforma de criptomonedas para tarugos, y a cambio se iba a hacer rico.

Nada más transferir dinero a la aplicación de Crypto.com, puedes empezar a operar. En mis primeros cuatro minutos, me aproveché de una rebaja para nuevos usuarios en las comisiones de transacciones y me hice con un pequeño portafolio de criptomonedas más rentables: Bitcoin, Ether, Solana, Cardano y Near. Sólo después até cabos: Matt Damon no me estaba vendiendo tecnología, sino la posibilidad de que mi portfolio multiplicara su valor por mil. El valor total de mercado para Bitcoin era de más de 750.000 millones de euros, así que si Bitcoin volvía a multiplicar su valor por mil, alcanzaría los 800.000 billones de dólares. Me deshice de las criptomonedas que había adquirido y comencé a comprar altcoins, seleccionando aleatoriamente solo las que no me sonaban para nada: Venus, Chromia, Orchid, SuperFarm, Ontology, Golem, Gnosis, ThorChain, ApeCoin, SushiSwap, Chia, Moonbeam…

Pero, al final, terminé con más monedas de Cronos, la criptodivisa de Crypto.com. De manera sutil pero insistente, la aplicación de Marszalek me había ido conduciendo hacia las ofertas para invertir en Cronos. Para acceder a los niveles de incentivos más altos de una Visa en Crypto.com, tuve que invertir 400 dólares en Cronos y mantenerlos durante un mínimo de seis meses. La propuesta era un poco arriesgada: el cambio de Cronos había oscilado entre los 0,09 y 0,90 dólares durante los 12 meses previos a mi adquisición, y en ese momento había perdido el 50% de su valor con referencia al punto más alto que alcanzó tras el anuncio de Matt Damon. Pero, a cambio, me regalaron una tarjeta de débito de prepago de la marca.

Por una inversión de 400 dólares, Crypto.com te envía una tarjeta Ruby Steel, paga tu suscripción mensual de Spotify y te recompensa con un porcentaje en efectivo —en Cronos, por supuesto— sobre todas tus compras. Por una inversión de 4.ooo dólares, Crypto.com te envía una tarjeta Jade Green que cubre tu suscripción a Netflix, te paga intereses de tu inversión y te compensa con una mayor porcentaje por compra. Con una inversión de 40.000 dólares, Crypto.com te envía una tarjeta Icy White; y por una de 400.000, una Obsidiana, cada una con mayores beneficios que la anterior. Sigue invirtiendo y en algún momento es posible que te ofrezcan al propio Kris.

Además de las tarjetas, la aplicación de Crypto.com posee un elemento de gamificación. Los usuarios completan “misiones” para ganar “diamantes”, que pueden intercambiarse por “cajas misteriosas” que contienen Cronos. Crypto.com también ofrece la posibilidad de intercambiar gratis pequeños lotes de otras criptomonedas, como Bitcoin, por Cronos. De este modo, daba la impresión de que, cuanto más usara la aplicación, más probable era que, sin darme cuenta, terminara haciéndome con Cronos.

Actualmente, Cronos se encuentra en el puesto número 20 de criptomonedas más valiosas por capitalización, con un valor de unos 5.000 millones de dólares. También es verdad que hay más dinero alojado en Dogecoin que en Cronos, pero dado que, desde 2009, se han lanzado más de 18.000 criptomonedas, ocupar ése puesto es un logro encomiable. Cronos no será el blockchain más usado, pero Crypto.com tiene la tarjeta de prepago asociada a criptomonedas más usada del mercado. Recientemente, Visa anunció que había registrado más de 2.500 millones de dólares en transacciones de tarjetas asociadas a criptomonedas durante el primer cuatrimestre de 2022. “Diría que, de ésa cantidad, cerca de 1.700 millones de dólares corresponden a nuestra tarjeta”, me dijo Matt David, portavoz de Crypto.com.

Algo que está muy bien de las criptomonedas es que la mayoría usa libros de contabilidad públicos, lo que permite a los más cotillas como yo ver quién tiene los monederos más abultados. En Etherscan, vi un par de monederos de firma única con 1.000 millones de dólares en Cronos. Me dio por pensar que uno de ellos sería el monedero de Marszalek, pero cuando le pregunté, no me quiso revelar nada. Cuando volví a preguntarle, seguía en sus trece. Y cuando le pregunté directamente cuánto dinero en Cronos poseía, me dijo: “Solo un poco”.

La historia de Cronos no carece de polémica. Ha tenido dos nombres diferentes: nació como el token Mónaco y, al principio, atrajo a una pequeña base de usuarios. Tras la adquisición de dominio Crypto.com, Marszalek introdujo un nuevo token llamado moneda Crypto.org, que operaba bajo el símbolo CRO. Durante un tiempo, Crypto.com patrocinaba las dos, pero Marszalek terminó retirando Monaco, obligando así a los iracundos dueños de Monaco a cambiar sus monedas por CRO. Más recientemente, Marszalek la retiró de la red de Ethereum, la rebautizó como Cronos y se la llevó a su propio blockchain.

Como la mayoría de las criptodivisas, Cronos se publicita como “descentralizadas”, pero, durante un tiempo, Marszalek actuaba como banco central. Como no tenía experiencia, le pedí ayuda a Rich Sanders, cofundador de CipherBlade, una empresa de analistas del blockchain. “En la industria se suele hablar de tokens innecesarios”, me dijo Sanders en un email. “Lo único que te puedo decir es que no hace falta que CRO exista” (Crypto.com arguyó que existen más de 700.000 direcciones de blockchain conectadas a CRO y que tiene depósitos fijos en CRO por valor de 4.000 millones de dólares). Sanders también reiteró que este tipo de plataformas cripto suelen ser diana de las críticas porque se aprovechan de inocentones como yo. “Se dedican sobre todo a buscar nuevos inversores”, dice. “Saben que hay mucha gente que quiere enriquecerse con las criptodivisas, como lo han hecho muchos otros” (Nuestra misión es que haya criptodivisas en todos los monederos”, me contestó David al respecto. “Y, para lograrlo, debemos construir una plataforma segura y fiable para todo el mundo”). Pero lo que más preocupaba a Sanders de Crypto.com eran los elevadísimos tipos de interés que ofrece a sus clientes: “La única manera que tienen de pagar esos tipos de interés tan altos es llevando a cabo actividades que les reporten mayores recompensas (pero que también implican mayores riesgos)”.

Normalmente, para obtener intereses se tiene que hacer un préstamo, pero durante nuestra conversación, Marszalek insistió en que no estaban “dando préstamos a lo loco”. David me reiteró que la empresa había reservado dinero para pagar esos tipos de interés tan altos de su presupuesto de retención de clientes. Me pareció una medida insostenible porque, cuando hablamos esta primavera, para retener a un usuario de una tarjeta Obsidiana tendría que pagarle 48.000 dólares al año. También porque, aunque la empresa no estuviera prestando dinero, tendría que ser competitiva con otros exchanges que sí lo eran. “Hemos rebajado un poco esos tipos de interés últimamente”, me dijo Marszalek. “Estamos hablando de un negocio con unos ingresos muy robustos” (en mayo anunció que iban a rebajar los beneficios de los titulares de las tarjetas, lo que desató la furia entre los clientes. Después rectificó y restauró parcialmente los beneficios).

Aun así, los depósitos combinados de unos cientos de dólares de Fulanito y Menganito Cripto combinados forman una masa de capital en crecimiento, y eso atrae a los emprendedores financieros como la carne a los tiburones. En concreto, aquellos depósitos que pueden usarse como liquidez compartida para financiar operaciones especulativas y de apalancamientos en las turbias aguas de las “finanzas cripto descentralizadas”. DeFi es un mercado floreciente de nuevos y exóticos instrumentos financieros ejecutados a través de código informático en su mayor parte desregularizados y difíciles de entender. Eso no ha impedido que algunos exchanges ofrezcan mayores intereses a sus clientes si, a su vez, permiten aplicar a sus depósitos un protocolo DeFi. Si esto te suena, es porque ya has visto antes esta película: durante el periodo previo a la crisis de las hipotecas subprime, se usaron las cuentas bancarias de gente normal para financiar operaciones con apalancamiento [la posibilidad de operar con más dinero del que se dispone] de nuevos y complejos instrumentos financieros. BlockFi, un exchange de criptodivisas, alcanzó recientemente un acuerdo de 100 millones de dólares con la SEC [la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos], después de que la agencia le acusara de ofrecer un producto de préstamo no registrado (BlockFi no admitió haber cometido ninguna infracción). Un representante de Crypto.com me dijo que la empresa había estudiado esta línea de negocio, pero que la había rechazado por el riesgo que entrañaba.

La industria también se enfrenta a un enemigo constante: los hackers. En enero, Crypto.com reconoció que se habían saltado los códigos de autenticación de dos pasos para acceder a las cuentas de 483 clientes, a los que robaron más de 30 millones de dólares. “En la mayoría de los casos, evitamos la retirada no autorizada, y en todos los demás casos, se devolvió todo el dinero a los clientes”, rezaba una nota de prensa de la compañía. Sanders observó que, más recientemente, Crypto.com había añadido el envío de códigos de autenticación a través de SMS, una práctica que calificó de “locura” dado la inseguridad potencial.

Finalmente, están los problemas de la industria con el blanqueo de dinero, que se han revelado a la luz de las sanciones impuestas a Rusia tras la invasión de Ucrania. Marszalek restó importancia al asunto. “De hecho, es la peor manera de evitar sanciones porque todas las operaciones quedan registradas en un libro de contabilidad público, se puede rastrear el origen y monitorizar en tiempo real”, señaló. Marszalek añadió que, gracias a su colaboración con Visa, estaba por delante en la industria en lo que respecta al cumplimiento de los estatutos de Prevención de Blanqueo de Capitales (PBC). Sanders estaba de acuerdo: “Desde el punto de vista de la PBC, creo que están haciendo un buen trabajo. Y esto es un cumplido por mi parte que no suelo hacer”.

Marszalek es consciente de los fallos de las criptodivisas. “Ahora mismo no existe blockchain que reúna las condiciones técnicas necesarias para que su uso se adopte en masa”, dice. La primera generación de blockchains, como la que alimenta Bitcoin, son lentas y notablemente ineficientes. La red de Bitcoin puede procesar de tres a siete transacciones por segundo, frente a las 76.000 transacciones por segundo de la red de Visa. Los programadores pueden usar blockchains de segunda generación, como Ethereum, para construir aplicaciones “descentralizadas” que operan a través de múltiples sistemas informáticos, pero la lenta velocidad de transacción de la plataforma (unas 15 por segundo) y las comisiones resultantes pueden suponer un obstáculo para el crecimiento de dichas aplicaciones. “Si comparamos el progreso [de las criptomonedas] con los viejos días de internet, podríamos decir que no hemos llegado ni a la banda ancha. Estamos aún en los días del modem”, me dijo Marszalek. Los inversores esperan una “aplicación de criptodivisas potente”, pero Marszalek advirtió que, de llegar, supondría la extinción de las monedas más establecidas. “Hoy en día, una aplicación potente probablemente desmantelaría todas las blockchain que están operando ahora”, dijo. Marszalek también me contó que estaba empleando el blockchain de Cronos para construir algo increíble, pero no me dio más detalles. Le pregunté si estaba entusiasmado al respecto. “Como un niño de cinco años”, me dijo, sin rastro de emoción en su voz.

Marszalek nació en Polonia en 1979. Creció en un pequeño pueblo de unos 100 habitantes. Tuvo una infancia feliz. Pasaba mucho tiempo jugando en el bosque, apenas consciente de que vivía bajo un régimen comunista. “Iba a la tienda y no había casi nada”, dice. “Hoy sería inimaginable. Los estantes estaban vacíos”.

Cuando era adolescente, Polonia ya se había librado de la sombra de la Unión Soviética. A los 15 años, su espíritu emprendedor le llevó a vender hardware y software informático al por mayor. Estudió en la universidad, pero la dejó antes de terminar. En 2003, uno de sus socios le ofreció la oportunidad de mudarse a Hong Kong. Allí, “tuvimos éxitos y fracasos”, me dijo. Entre los éxitos figura Beecrazy, un agregador de descuentos similar a Groupon. Beecracy vendía cupones de empresas asociadas como restaurantes y agencias de viajes. En 2013, iBuy Group lo adquirió por 20 millones de dólares, y las empresas fusionadas pasarían a denominarse Ensogo, una empresa sita en Australia.

En 2014, Marszalek se convirtió en el CEO de Ensogo. Como a Groupon, pronto le acuciaron los problemas. Marszalek describió la situación como “recuperación”, el problema es que nunca lo hizo. En 2016, casi dos años después de que Marszalek tomara las riendas, la junta de Ensogo anunció que dejaría de operar en el Sureste Asiático. Marszalek no estaba de acuerdo y presentó su dimisión como CEO. Algunos vendedores que habían participado en el programa de cupones afirmaron que habían sido víctimas de una estafa y que no les habían devuelto el dinero. Al parecer, la policía de Hong Kong recibió más de 300 quejas de los dichos vendedores. Uno de ellos, en una entrevista con el periódico The Standard de Hong Kong, dijo que había perdido cerca de 2.500 euros, y afirmó que Beecrazy había lanzado una campaña de márketing pocas semanas antes del cierre: “No dio la impresión de que quería hacer caja con nosotros por última vez antes del cierre” (Crypto.com afirma que no se cometió ningún delito cuando Marszalek era CEO de la empres, y que no había estado involucrado con Ensogo de ninguna manera desde su dimisión”.

Mientras Ensogo cancelaba operaciones en el Sudeste Asiático, Marszalek estaba fundando la empresa que se convertiría en Crypto.com. Su nombre original era Monaco, y el plan de negocio inicial consistía en comercializar tarjetas de débito de prepago. Las tarjetas estaban asociadas a la propia criptodivisa de Monaco, conocida como “token Monaco”, y el procesamiento de pago lo gestionaba Visa. Pero en 2018, el valor del Bitocin cayó un 78%, llevándose consigo el valor del token Monaco. Fue entonces cuando Marszalek tomó una serie de decisiones extraordinarias que convertirían su start-up de tarjetas de débito de prepago en un nombre muy conocido.

Primero, Marszalek se puso en contacto con Matt Blaze, un profesor de derecho y ciencias informáticas que llevaba dos décadas siendo el dueño del dominio crypto.com. Blaze era muy crítico con las criptodivisas: “Son una combinación de todo lo que amamos de los fanáticos religiosos y todo lo que amamos de las estafas piramidales”, escribió en un tuit en 2017, y afirmó que su dominio “no estaba en venta”. Pero terminó estándolo. Los términos del acuerdo son privados, pero, en 2018, Blaze vendió el dominio y Monaco pasó a llamarse Crypto.com (Blaze no respondió a nuestras preguntas y Marszalek se negó a revelar los detalles del acuerdo, pero lo que sí me dijo es que creía que Blaze había recibido cientos de ofertas). 

© Ilustración de Patricia Doria

Junto con Steven Kalifowitz, el jefe de marketing de Crypto.com, Marszalek comenzó a buscar maneras de potenciar la marca. En marzo del año pasado, la compañía anunció su patrocinio del equipo de F1 de Aston Martin. Ese mismo mes, también revelaron que el logo de la empresa aparecería en la pista del equipo de hockey sobre hielo Montreal Canadiens.En junio, anunciaron que había llegado a un acuerdo de 10 años para patrocinar el equipamiento de los luchadores de la UFC por 175 millones de dólares. En septiembre, se convirtió en “partner oficial” del Paris Saint-Germain, y a finales del mismo mes llegó el acuerdo para que el logo luciera en la camiseta de los Philadelphia 76ers (Marszalek y Kalifowitz me dijeron con un semblante muy serio que los hombres jóvenes no eran su target objetivo).

Después llegó el anuncio de Matt Damon. Marszalek y Kalifowitz se inspiraron en la mítica campaña de Apple, Think Different, porque buscaban un guion que no mencionara la compraventa de criptodivisas directamente, pero que sí que apelara a esa parte del cerebro humano sedienta de éxitos. Contrataron a Pereira O’Dell, una nueva y ambiciosa agencia publicitaria responsable del eslogan de la marca: La suerte es para los osados. Tras barajar algunas ideas, decidieron que el anuncio finalizaría con la colonización de Marte. “Llegar a Marte es un concepto muy cripto”, me dijo Kalifowitz. “Habrá dinero programable en el futuro, que es el que usaremos en el espacio exterior. “Si eres un futurista, tiene muchísimo sentido”. Cuando hablé con Kalifowitz por Zoom, su fondo de pantalla era una estación espacial. Me dijo que a las primeras versiones del anuncio con la voz de un narrador anónimo le faltaban lustre. Pronto se dio cuenta de que lo que necesitaban era a un famoso de primera fila. “Discutimos bastante al respecto”, me dijo Kalifowitz, hasta que finalmente llegaron a la misma conclusión: “¡Matt Damon! Damon cumplía muchos de nuestros requisitos. Es una persona que representa valentía y al que reconocen en todo el mundo… ¡Ah! Y además se llevó un Oscar por su papel en El marciano” (a Damon lo nominaron a Mejor Actor, pero no ganó).

Aquí es cuando la historia se torna fantástica. Damon ya había protagonizado anuncios, pero nunca había sido el rostro de ninguna marca. Kalifowitz y Marszalek lograron convencerlo. Parte de la atracción era el equipo creativo. El anuncio de Crypto.com lo dirigió Wally Pfister, el antiguo cinematógrafo de Christopher Nolan, y Damon interpreta a Leslie Groves, el alto mando a cargo del Proyecto Manhattan, en Oppenheimer, la próxima película de Nolan. Damon donó el dinero del contrato a Water.org, una ONG especializada en agua potable de la que es cofundador.Crypto.com también realizó una donación (“Tengo en gran aprecio mi colaboración con Crypto.com y estoy agradecido por el apoyo que han prestado a Water.org”, me dijo Damon en un email antes del crash. Le volví a escribir en mayo, pero no respondió). Cuando le pregunté a Marszalek cómo un tipo que antes dirigía una página web de cupones de descuento y que ahora dirigía una empresa de tarjetas de débito de prepago de Hong Kong había conseguido a Matt Damon, una de las caras más famosas y respetables del planeta, para ser el rostro público de las criptodivisas, me dijo: “Creo que fue el material. Si leyeras el texto de ese trabajo… Estoy muy orgulloso de él”.

La siguiente jugada consistió en adquirir los derechos de denominación del pabellón de los Lakers. El Staples Center estaba tan íntimamente ligado a la herencia de Kobe Bryant y a sus cinco anillos que los fans solían olvidarse de que el nombre procedía de Staples, Inc., la cadena de materiales de oficina venida a menos que en la actualidad está contra las cuerdas por un caso de fraude con capital privado. AEG, la dueña del pabellón, estuvo buscando un nuevo socio durante años. “Staples, Inc. era una empresa nacional cuya huella era cada vez más pequeña”, me dijo Todd Goldstein, el director de negocio de AEG. “Queríamos a alguien con ambición global”.

Gran parte de la vida profesional de Goldstein gira en torno a llegar a acuerdos de derechos de denominación (quedé con él en el Lexus Club, que está en el Crypto.com Arena, y éste en la Xbox Plaza). Crypto.com pagó a AEG 700 millones de dólares por un periodo de 20 años. “Había más empresas que nos ofrecían dinero”, dijo. “Pero, curiosamente, desde que anunciamos el acuerdo nos han ofrecido aún más dinero, incluso una oferta de adquisición”.

Goldstein rechazó la oferta de adquisición. “Queríamos un socio que funcionara durante las dos próximas décadas, no una gran sensación que se quedaran sin tirón al primer año”, dijo. Le comenté que Crypto.com no tenía ni seis años, y que durante dos la empresa había tenido otro nombre. “Son muy listos, muy astutos. Fue la conversación más natural y orgánica de todas las que mantuvimos”, me dijo Goldstein. “Pero también te digo que no hubiéramos llegado a un acuerdo si aún se llamaran Monano. No estaríamos ahora mismo en la Monaco Arena” (tras el crash, el compromiso de Goldstein seguía incólume: “Es un acuerdo a 20 años, la nuestra es una perspectiva a largo plazo”).

Desde luego que Marszalek no estaba logrando todo esto por pura presencia escénica. Durante nuestras conversaciones, hablaba con voz queda y, a veces, cuando le hacía una pregunta, se quedaba mirando al suelo durante un buen rato antes de contestar. En un momento dado, se quedó mirando al suelo durante tanto tiempo, que pensé que se le había averiado el Zoom (“Perdona por no haberte avisado de que hace pausas bastante largas”, me dijo Matt David más tarde. “Me suelo acordar de poner a la gente al tanto”). Pero cuando Marszalek finalmente reaccionaba, su respuesta siempre era muy diplomática, como si simplemente hubiera estado puliéndola en su cabeza.

“Ha sido un gran ejercicio de determinación, tenacidad y creatividad”, me cuenta Marszalek sobre ésa épica ristra de acuerdos de márketing, “pero también ha sido importante saber escuchar”. Marszalek me dijo que le gusta ponerse en la piel de su interlocutor y comprender sus puntos de resistencia mental para después trabajarlos y abordarlos uno a uno. “Se trata de escuchar con atención: ¿qué es lo que preocupa a quien está al otro lado de la mesa?”.

“Empatía”, dije. “Está hablando de ser empático”.

“La empatía es muy importante”, contesta.

Para ver las cosas desde una perspectiva cetácea, escribí a Mark Cuban, dueño del Dallas Mavericks y una reputada ballena del mundo de las criptodivisas [las “ballenas” son grandes inversores de capital]. Cuban amasó su fortuna vendiendo la plataforma de streaming Broadcast.com a Yahoo en 1999. También es notoria su venta de opciones sobre sus acciones de Yahoo como cobertura contra los enormes beneficios que había obtenido. Fue la venta de una vida, especialmente después de que estallara la burbuja, pero encuentra un paralelo con las criptodivisas. “La mayoría de las aplicaciones como Crypto.com son exchanges centralizadas muy rentables”, me dijo Cuban en un email. También me dijo que gestores de estadios deportivos pueden aceptar precios por patrocinios por debajo del precio de mercado “porque saben que estas empresas pueden crecer muchísimo, lo que implica oportunidades de futuro”. Veía posibilidades de que hubiera un crash en el mercado, pero suspostura era alcista. El pasado octubre, los Mavericks firmaron un patrocinio con el exchange Voyager y, en enero, Cuban le dijo al presentador Jon Stewart que el 80% de su nuevas inversiones fuera de Shark Tank las había realizado en el sector de las criptodivisas.

Cuando volvía a ponerme en contacto con Cuban tras la debacle de Luna, no había reducido su optimismo ni un ápice: “El mercado cripto se correlaciona a un nivel muy alto con el NASDAQ”, me dijo. “Tres de las empresas con acciones en las que más se invierten —Apple, Amazon y Facebook— han perdido más capitalización bursátil que el valor de todo el mercado cripto en su conjunto. Nadie pondría en tela de juicio la viabilidad de Apple como socio si perdiera unos 400.000 millones de dólares de capitalización bursátil. Así es como funcionan los mercados”.

Es posible, pero Apple al menos crea productos reales. El mundo cripto, tras unos diez años de desarrollo, tiene poco que ofrecer más allá de entradas en bases de datos, avatares poco agraciados, operaciones arriesgadas y un portfolio de productos que crean grandes expectativas pero que finalmente no salen al mercado. Además, y aquí debo verter mi opinión de nuevo— el sector de las DeFi me parece una bomba de relojería. Recientemente, Tether, otra stablecoin muy usada que atrae a usuarios en busca de réditos, interrumpió brevemente su vinculación al dólar estadounidense. Se recuperó rápidamente, pero muchos observadores un abandono de éste tipo de criptomonedas estables podría dar lugar a un efecto cascada de caídas. “Si la cosa empieza a desmoronarse, podría ser catastrófico para la industria”, afirmó un analista a la CNBC. Así es como los mercados no funcionan.

Mientras escribía este artículo, mi portfolio de altcoins se apreció un poco. También acumulé bastantes intereses, sufrí algunos reveses con Cronos y me regalaron un mes de Spotify. Seguí sin entender por qué la gente quiere criptodivisas, o por qué son tan caras y complicadas, pero me sentí mejor formando parte del mundillo. Matt Damon tenía razón.

Para hacer un poco como los demás, asistí a la reunión CryptoMondays, que ya lleva un tiempo celebrándose en Venice Beach. Nos reunimos bajo las luces de patio del aparcamiento de un restaurante mexicano de lujo convertido en un bar al aire libre durante la pandemia. Unos años antes había asistido a un evento similar, una verdadera competición de febriles cerebritos dándose lecciones sobre libros de contabilidad distribuidos. Desde entonces, lo cripto ya ha experimentando un ascenso social: los asistentes a la reunión eran diversos, divertidos, listos, guapos y muy guays. Me daba la impresión de que estaba en un anuncio de Vodka.

Ninguna de las personas con quien hablé sabía quién había empezado a organizar el evento. Uno de los asistentes me contó que fue algo espontáneo, “descentralizado”. Algunos de los participantes habían estado disfrutando de las ganancias de sus abultados monederos de Bitcoin durante años; otros, como yo, estaban empezando. Hablé con un chaval recién licenciado y antiguo lanzador de jabalina que estaba forrado, el típico ejemplo que no forma parte del sector demográfico que persigue Crypto.com, pero cuando le pregunté sobre la empresa, me dijo con tono de mofa: “Nadie que yo conozca la usa”.

“Lo que está haciendo es inteligente”, dijo sobre Marszalek. “Hay empresas de blockchain que llevan funcionando desde 2013 y ni siquiera tienen a alguien de márketing. Otras empresas están creando tecnología, pero ellos están invirtiendo en glamour”

Igual de despectivo se mostró Jackie Peters, una emprendedora muy estilosa que está desarrollando una aplicación de citas llamada Trust! conectada al blockchain y que hará uso de tecnología Web3 para restablecer la autenticidad de las citas online. Peters aún se encontraba en proceso de seleccionar qué blockchain usaría, pero Cronos no estaba entre los aspirantes. “Técnicamente, no tiene nada que me atraiga”, me dijo. “Estoy pensando en decantarme por un blockchain que se llama Avalanche”.

De la docena más o menos de asistentes con los que hablé, sólo Apu Gomes, un fotógrafo brasileño, tenía experiencia directa invirtiendo en Crypto.com. Gomes, que quería vender sus fotos en formato NFT, también era un inversor aficionado. Las semanas posteriores a la emisión del anuncio de Matt Damon, el valor de Cronos se había multiplicado por cinco. El siguiente anuncio de la empresa, protagonizado por LeBron James, se emitió durante la Super Bowl. “Bajó”, me dice Gomes. “La vendí para comprar Solana”.

Muchos de los asistentes parecían estar de resaca por culpa de Audrey Pichy, organizadora del evento NFT/LA, que había finalizado una semana antes, y que ella define como “una épica conferencia presencial combinada con integraciones inmersivas en el metaverso y la robusta vida nocturna angelina”. Pichy, que nació en la isla caribeña de Guadalupe, saltaba de un lado a otro emocionada mientras hablábamos. “Hasta hace un mes, no teníamos claro cuánta gente iba a venir. ¡Pero hemos llegado a los 4.000 asistentes!”.

NFT/LA se había celebrado en el centro de convenciones que está al lado del Crypto.com Arena. Al escucharla, el lanzador de jabalinas reconsideró su menosprecio hacia la empresa. “Lo que está haciendo es inteligente”, dijo sobre Marszalek. “Hay empresas de blockchain que llevan funcionando desde 2013 y ni siquiera tienen a alguien de márketing. El mundo cripto es muy intimidante para los que no lo conocen. Otras empresas están creando tecnología, pero invierten en glamour”. Arrastro la mirada por el aparcamiento, la cálida luz de las bombillas bañando a los deslumbrantes asistentes a la reunión. “Son listos. No está muy valorada y están creando una plataforma de acceso”, concluyó.

Entré al restaurante, pedí una copa, le di al camarero mi tarjeta de Crypto.com y esperé su reacción. Nada. “Es una tarjeta de criptomonedas”, le dije.

“Quiero pagar con criptomonedas”, le dije. “Con Bitcoin. Bueno, no. Con Cronos, que es como Bitcoin”.

“No aceptamos Bitcoin”, me dice.

“Bueno, pásala a ver si funciona”, le dije.

No sé muy bien lo que me esperaba —fiesta, banderolas, un apretón de manos de Satoshi Nakamoto—, pero el pago se realizó y el camarero se fue a atender a otro cliente. Lo cripto ya está aquí, y no sólo es muy fácil: resulta que también es bastante aburrido. ¿Conseguirá calar del todo? Es imposible saberlo, pero por un segundo al menos, parecía que Marszalek había ganado.

Stephen Witt es un escritor y periodista de investigación residente en Los Ángeles.

9 conceptos básicos sobre criptomonedas que debes dominar antes de invertir en este salvaje mundo 

Algún día no muy lejano comprarás moda digital

La evolución de Matt Damon

© 2022 CONDENET IBERICA S.L. Todos los derechos reservados.